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Review: Kill la Kill

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“Kill la Kill salvará el anime” – esta afirmación inundaba, a finales del año pasado, blogs, foros, sitios de opinión y demás espacios de la red dedicados a esta afición que supone el manganime. Una afición que levanta pasiones, caldea los ánimos y no pocas veces desemboca en verdaderas cruzadas que enfrentan a fanáticos y detractores de tal serie, estudio o director, y en las que a menudo se lucha sin ofrecer (ni esperar) cuartel. El anuncio de la primera superproducción de Hiroyuki Imaishi y sus fieles colaboradores bajo el flamante estandarte de Trigger levantó tales espectativas que abonó el terreno para este enfrentamiento fratricida, una guerra civil otaku protagonizada por iluminados e infieles. Y que tuvo, además, consecuencias personales, al menos para el que escribe estas líneas. La “crisis de fe” que un servidor sufrió gradualmente durante los seis meses que ha durado la emisión de Kill la Kill hacen que la tinta con la que esta review ha sido escrita esté compuesta por sangre, sudor y lágrimas. Estas palabras han de servir de advertencia a los lectores, pues lo que tienen ante sí es un trabajo de iconoclastia servido sin edulcorantes y que probablemente levantará ampollas. Demos paso, pues, a las reflexiones de un descreído.

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Pero pongamos un poco en orden los pensamientos antes de que lo que debería ser una exposición detallada y justificada de argumentos se convierta en una verborrea teñida de odio y despecho. Lo conveniente es comenzar con una pequeña síntesis de la serie, señalando sus premisas, sobre la cual articular con posterioridad esta nada piadosa crítica. Kill la Kill nos traslada a un mastodóntico instituto de secundaria, la academia Honnouji -- primera y manida referencia -, regido por un estricto sistema de castas en cuya cúspide se encuentra el consejo estudiantil. Dicho comité, además de poseer un poder exagerado, gobierna las vidas no sólo de los alumnos, sino también de las familias que se aglutinan bajo los cimientos de esta curiosa institución educativa. La posición socioeconómica de cada unidad familiar viene dada por el rango que poseen en la escuela sus jóvenes integrantes, agrupados en varias clases definidas por el tipo uniforme que visten (cero, una, dos y tres estrellas). Por lo tanto, la ropa juega un importante papel en esta ciudad-academia autónoma, aunque su función no termina aquí: también actúan como armas. Los uniformes, a los que se les ha implantado un porcentaje de life fibers, otorgan capacidades sobrehumanas a sus portadores, y su poder viene determinado, como es de suponer, por la graduación en estrellas.

Existe cierta movilidad social, pues los alumnos son promocionados o degradados en función de su comportamiento – o más bien, de su lealtad al grupo dirigente –. La relativa estabilidad que se vive en la comunidad académica, favorecida por la constante vigilancia del Comité Disciplinario, se ve interrumpida un fatídico día por la llegada de una estudiante nueva de armas tomar. La susodicha, que responde al nombre de Matoi Ryuuko, busca al asesino de su padre para castigarlo con una colosal media tijera heredada del difunto. Por avatares del destino, acaba asumiendo que Satsuki Kiryuurin, la presidenta del Comité Estudiantil a la que todos y cada uno de los miembros de Honnouji ha de rendir pleitesía, es la autora del homicidio. El empecinamiento de la protagonista en hacer pagar por sus crímenes a la semi-divina mandamás pondrá a Ryuuko a la cabeza de una guerra más antigua de lo que sospechaba, en la que no combatirá sola. A su lado estarán la siempre optimista Mankanshoku Mako, los miembros del grupo partisano Nudist Beach y, sobre todo, Senketsu, un uniforme muy especial (kamui) fruto de las investigaciones de su difunto padre.

Pasemos ahora al apartado más técnico de la serie. Como se ha mencionado hasta la saciedad, Kill la Kill es una obra original de Trigger, un jovencísimo estudio c reado tras la partida de Imaishi de la mítica Gainax, compañía de la cual era peso pesado. Esto ocurría a finales de 2011, momento en el que empezó a hacer pequeños trabajillos al frente de su nuevo equipo, colaborando en proyectos como The Idolm@ster (TV), Black Rock Shooter (TV) y la secuencia animada de Project X Zone. Tuvo que pasar un año desde su fundación para que su primer trabajo propiamente dicho viera la luz, en la forma de las heterodoxas ONAs de Inferno Cop, en la que la ausencia casi completa de animación era compensada con altas dosis de humor absurdo. Pero hubo que esperar a marzo de 2013 para que Trigger revelara su verdadero potencial como estudio: gracias a la financiación que recibieron del gobierno nipón al participar en el programa Anime Mirai dieron a luz a un espléndido corto de 20 minutos titulado Little Witch Academia. La animación de este proyecto ambientado en una academia de magia es sencillamente espectacular, y fue tal su éxito que el Kickstarter realizado para financiar una segunda parte alcanzó su objetivo en menos de un día.

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Desgraciadamente, las esperanzas que el estudio despertó entre los fans con este último trabajo se desvanecieron con la serie que tenemos entre manos. Estoy hablando, lógicamente, con respecto a la animación de Kill la Kill. Porque no existe nada más decepcionante que un director como Imaishi, que se caracteriza por otorgarle un toque personal y muy atractivo en este aspecto a todo proyecto que lidera, prescinda casi completamente de la misma. Y más si se encuentra a la cabeza de un equipo que acababa de demostrar de lo que era capaz. El abuso de los planos estáticos, la animación hecha prácticamente en flash, el movimiento de personajes arrastrántodolos digitalmente con el ratón (especialmente notable en los casos de Mikisugi y Nui) y el CGI gratuito son técnicas imperdonables para un estudio con dichos credenciales. En P&SG e Inferno Cop la ausencia de animación tenía su atractivo, es más, era uno de los pilares fundamentales de ambas series. Pero en un proyecto como Kill la Kill esta actitud se torna suicida.

Para poder contrarrestar esta deficiencia, tanto la dirección como el guión del anime tendrían que haber sido realmente sorprendentes. Sin embargo, ninguno de estos dos apartados lo logró. Al frente de la dirección nos encontramos al omnipresente Hiroyuki Imaishi, cuya fama en la industria habla por sí sola. Sin embargo, en Kill la Kill no demuestra todo el potencial que le caracteriza, pues la energía (espiral) que destilaban sus anteriores obras brilla por su ausencia. La idea de los ciclópeos carteles encarnados, que inundaban la pantalla al textualizar conceptos y sustantivos, resultaba en un principio atractiva, pero acabó cansando cuando su utilización se tornó abusiva. En lo único que se mantiene constante es en el humor que le ha sabido imprimir a la serie, pero al ser este una característica secundaria de la misma pasa bastante desapercibido. En lo que respecta al guión, a cuyo cargo se encuentra el creador original del anime, Kazuki Nakashima, se hablará en detalle más adelante.

Frente a estas desventajas, hay que reconocer que Kill la Kill cuenta con dos importantes bazas a su favor: su banda sonora y su diseño de personajes. Empecemos por lo segundo. Tanto las protagonistas como los secundarios resultan tremendamente atractivos, un mérito que hay que reconocerle a Sushio. Este joven animador, también curtido en Gainax, ha sabido crear unos personajes muy vistosos que dotan a la serie de la vida que le falta. Mientras que sus personalidades dejan algo que desear, su aspecto físico rezuma originalidad por los cuatro costados, más aún en aquellos que poseen transformaciones. Quizá los que peor parados salgan de este análisis sean los miembros de Nudist Beach, por su falta de vistosidad. Pero resulta innegable que, ante heroínas como Ryuuko y Satsuki, los antagónicos Elite Four y personajes de apoyo como Mako (especialmente cuando va ataviada de banchou), hay que quitarse el sombrero. ¡Incluso un simple trozo de tela supo ganarse el corazón de los espectadores!

Y, tras el repaso a los protagonistas y antagonistas, le toca el turno a la música. La banda sonora de Kill la Kill es fruto del trabajo del segundo Hiroyuki del proyecto, apellidado Sawano. Este compositor se ha cosechado una gran popularidad en los últimos años al regalarnos unas bandas sonoras realmente asombrosas, entre las que destacan la de Gundam Unicorn, Guilty Crown y Shingeki no Kyojin. A pesar de repetirse en algunos temas, por lo general este músico es capaz de adaptar sus composiciones a los distintos universos que ambienta. Es cierto que no nos encontramos ante su mejor trabajo, pero no cabe duda de que los tracks presentes en Kill la Kill, algunos de los cuales están interpretados por sus cantantes-fetiche Mika Kobayashi y Aimee Blackschleger, le van como anillo al dedo al carácter de la serie. Entre mi selección personal de destacados figuran el omnipresente Before My Body Gets Dry, Kiryuu G@ KiLL, goriLLA jaL y Blumenkranz.

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Antes de pasar a la controvertida sección de opinión me permitiré hacer un pequeño inciso dedicado a las canciones que sirven de Opening y Ending a Kill la Kill. Simplemente para mencionar que se han elegido canciones genéricas, interpretadas la mayoría por artistasnovelesen la industria. La única excepción es la de Aoi Eir, quien canta el primer opening de la serie, Sirius.

Hasta aquí llega el apartado objetivo; el camino que se abre más adelante lleva a las inescrutables tierras de la opinión. Pero antes de seguir con el desarrollo de la trama es mejor que nos detengamos a analizar las premisas con las que la serie arrancó. En primer lugar, Honnouji y sus uniformados y bien clasificados estudiantes representan una sociedad asfixiante, en la que el individuo resulta totalmente ensombrecido por el colectivo. La máxima “cerdos vestidos de humanos” alude a la definición de las personas por su rol social. Si a esta ecuación le añadimos el culto generado en torno a la figura de Satsuki, cuya inmaculada existencia es venerada sin límite, el sistema resultante puede resumirse en una palabra: totalitarismo. Y teniendo en cuenta la estética y la procedencia de la obra, nos encontramos ante una parodia de Estado fascitsa al más puro estilo de los años 30 del siglo pasado. Como si el tufo a facha rancio que desprende Honnouji no fuera suficiente para estimular las glándulas sensitivas del espectador – recordemos que una pantalla aún no es capaz de transmitir olores -, Trigger nos sirve la referencia en bandeja de plata con la escena introductoria: una clase de historia sobre la llegada al poder de Hitler. Vamos, todo mascado desde el primer fotograma.

 Frente a este fantasma del eje Roma-Berlín-Tokyo, cuyo sistema social e ideológico está simbolizado en Kill la Kill por las interminables filas de estudiantes homogéneamente uniformados, se encuentra un reducido grupo de contestatarios, de los cuales Ryuuko es cabeza visible. Para poder luchar contra lo que Honnouji representa, los rebeldes han de desprenderse del armazón contenedor de dichos principios de corporativismo y comunitarismo asfixiante: esto es, de sus uniformes, de su ropa. Esta es la causa por la que Nudist Beach esté compuesto de exhibicionistas – alguno de los cuales están dotados de pezones, y lo que no son pezones, brillantes –. Y de ahí que, para liberar el poder de Senketsu, Ryuuko tenga que exhibir su esbelto cuerpo mediante una transformación que parece sacada de una versión pornográfica de Sailor Moon o cualquier otro anime del género mahou shoujo. Una vez con Senketsu en modo “triquini minimalista”, Ryuuko es capaz de barrer las hordas fanáticas de la caudillo Kiryuuin con una facilidad absurda, eso sí, con el consecuente precio en sangre que supone la sincronización con el sailor fukku parlanchín.

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Sin embargo, esta lógica queda rota a la altura del tercer episodio, en el momento en el que Satsuki viste su propio kamui, Junketsu, que también potencia sus habilidades a costa de enseñar nalga y pechuga. ¿Significa esto que la metáfora textil queda rota? No. Porque más adelante se descubre que la joven Kiryuuin no era más que una rebelde, que pretendía atacar desde dentro la monolítica estructura que su madre, Ragyo. Las pretensiones de esta última son simples: mediante la empresa textil tapadera REVOCS, que monopoliza el mercado de ropa mundial, pretende extender por todo el globo las life fibers, que han resultado ser organismos alienígenas parasitarios. Sí, sí, no es broma. El planeta se convertiría, entonces, en un enorme contenedor que acabaría estallando, esparciendo a estos extraterrestres de punto por la galaxia para que colonicen otros planetas. Por si fuera poco, Ragyo resulta ser la madre de Ryuuko, a quien desechó cuando era un bebé por ser el resultado fallido de un experimento para fusionar a un ser humano con life fibers. Estos dos plot-twists, acaecidos una vez superado el meridiano de la serie, demuestran la desvirtualización progresiva del guión de Kill la Kill, que se aleja de sus planteamientos iniciales para caer en giros argumentales baratos y más que trillados.

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Pero todavía hay más. Durante los primeros meses de emisión, los fans elaboraron una teoría con respecto al significado que encerraban los fotogramas de Kill la Kill. Para desatar el verdadero poder de los kamui sin sufrir las consecuencias de una excesiva pérdida de sangre – recordemos que, tanto Senketsu como Junketsu necesitan del precioso líquido de sus portadoras para funcionar –, el usuario ha de volverse uno con su prenda. Lo que, interpretado de una manera específica, significa que la chica en cuestión ha de sobreponerse a todos los prejuicios sociales y mostrar su cuerpo sin sentir vergüenza alguna. Esto fue interpretado por muchos espectadores como una alegoría feminista a la superación de concepción de la mujer como objeto sexual. Una mujer fuerte e independiente es capaz de mostrar su cuerpo, de pasearse tal y como su madre la trajo al mundo, sin preocuparse de la reacción que genere entre sus semejantes – principalmente los del sexo opuesto –.

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Pero Trigger se contradice al plagar la pantalla de escenas subiditas de tono, centradas en los atributos sexuales de las protagonistas, en posturas imposibles que realzan su figura y con momentos de sobeteo totalmente gratuitos -- véanse los protagonizados por Ragyo –. Además, todas las hembras de la serie están de toma pan y moja. ¿Qué pasa con aquellas que no tienen curvas, con las chicas de pecho plano, con las mujeres con kilitos de más? Es cierto que son arquetipos que, excepto en el segundo ejemplo, apenas se ven en la industria del anime, pero si una serie pretende criticar de forma honesta la discriminación entre géneros debería tener muy en cuenta que el sexo femenino no puede ser cortado por el mismo patrón de estética venusiana. Por otro lado, existen formas más sutiles de criticar los moldes sociales, de realziar una alegoría a la liberación de la mujer, de representar el paso de la adolesencia a la edad aldulta, y de, si se quiere, plasmar el erotismo de dicha etapa transitoria sin llegar a caer en la vulgaridad. En definitiva, otras formas de “traer la revolución al mundo”, ¿me explico?

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En resumidas cuentas, algunos de los fans de Imaishi y su equipo nos hemos sentido defraudados con el resultado de una producción que esperábamos con ansias más que justificadas. El anime, a pesar de empezar con fuerza, fue perdiendo fuelle a medida que se alejaba de las ideas clave que había introducido en sus primeros episodios. La redundancia de sus episodios, que buscaban impresionar – sin éxito – con elaborados trajes de combate, fue sustituida a la mitad por pequeños arcos tímidamente interconectados cuyo argumento daba la impresión de haber sido introducido con calzador. Las metáforas facilonas, explicadas en muchas ocasiones – por lo que, en mi opinión, pierden su valor –, no terminan de cuajar.

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Finalmente, Kill la Kill recurre a la opción del sentimentalismo barato, creando una frozadísima relación fraternal entre Satsuki y Ryuuko, para suplir sus carencias. El sacrificio final de Senketsu tiene mucho más sentido, pero el acto es tan predecible que pierde fuerza.

Así pues, Kill la Kill puede que se haya convertido en una de las series más polémicas de las últimas temporadas, pero estoy seguro de las brasas de las discusiones en torno a ella se apagarán en breve. Ya que este anime probablemente pase sin pena ni gloria como una serie más de la chart de otoño de 2013. Lo que resulta seguro es que Trigger va a tener que trabajar duro si quiere conservar a los admiradores que Imaishi a traído consigo, lo que implica una animación más cuidada, unas pretensiones claras y la capacidad de sorprender con producciones relamente originales.

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La entrada Review: Kill la Kill se publicó en koi-nya.


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